Sucede que uno, de vez en cuando, le gusta irse a su pueblo y pasar unos días tranquilos, olvidándose de los problemas… uno no puede hacer esto muy a menudo, pero hace poco yo conseguí largarme… Allá, un día por la tarde, me fui dando una vuelta y llegue al campo de fútbol, una explanada junto al rio.
Había unos pocos chiquillos que estaban jugando al fútbol. Sin embargo, el campo estaba rodeado de otros muchos, sentados en el suelo o en cuclillas, que envidiosos, miraban el balón ir y venir por el terreno de juego. No conseguí enterarme de las razones, si las había, de por qué no jugaban todos. Pero me quedé un buen rato por allí, de arriba para abajo, y logré enterarme más o menos, de cómo se planteaban las cosas los que jugaban y los espectadores, deseosos de hacerlo.
En el descanso me acerqué a los jugadores y vi que discutían entre ellos. Unos decían que no podían dejar jugar a nadie más porque de lo contrario querrían jugar todos. Otros defendían que la mejor manera de impedir esto sería ofreciéndoles la posibilidad de jugar a algunos, los que le cayeran mejor, de los que se encontraban en el inmenso banquillo constituido por todos los alrededores del terreno de juego, lo que evitaría que todos, unidos irrumpieran en el campo.
Pero también entre estos estuve, y me pareció que andaban con problemas entre ellos. En el primer grupo parecía que estarían dispuestos a saltar al campo cuando los que allá corrían les hicieran señas; pero entre estos mismos no estaban del todo claras las cosas, pues parecían estar entre dudas e incertidumbres sin saber a qué carta quedarse. Los del segundo grupo eran partidarios de que todos los chavales del pueblo tenían derecho a jugar, y que, ¡vaya¡ decían, eso es lo que pasa en cualquier pueblo. También entre ellos había discrepancia a la hora de ver como se lograba; unos decían que había que presionar para que los que ocupaban la cancha de juego dejasen entrar a todos; otros afirmaban que lo importante para que el derecho a jugar se respetara en serio era que la iniciativa en el juego fuera protagonizada por la mayoría, los espectadores forzosos, y, añadían, que incluso habría que sentar en las cercanías del terreno de juego a algunos de los hasta ahora jugadores, no como sanción, sino como prevención para que al primer gol marcado por los hasta ahora inactivos no fueran aquellos a expulsarlos a ellos otra vez o a pinchar el balón.Esto vi en mi pueblo. Yo les prometo que estas líneas tienen un carácter descriptivo. Pero también les prometo que, si puedo un día, dentro de unos años, dos o no sé cuantos les diré cómo terminó la cosa de los niños de mi pueblo, y sus nombres y apellidos, y el color de sus camisetas.
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